Hola, holilla:
Te doy la bienvenida a la edición #2 de Escribe con Clau y luce profesional. ¿Te imaginas cuando sea la edición #100 o la #1000? Haremos fiesta. 🙌🏻
En mi otra newsletter (El club de Clau) ya pasamos la edición 100 hace rato. Es más, calculo que superamos la #200, solo que no llevo la cuenta.
Pero el tema de hoy no va de ábaco, sino de tu lector:
Así descubrí la clave para escribir bien
Cuando entré a la universidad a estudiar Literatura, tenía una clara desventaja: no sabía escribir y, si te lo confieso, no me gustaba escribir. Tenía más probabilidad de ganarme el gordo de la lotería que pasar a segundo semestre.
• Me daba vergüenza escribir.
• Sentía que los profesores me juzgarían.
• Temía que todos me criticaran.
Además, yo sabía que no tenía ideas brillantes (o me convencí de ello).
Sea como fuere, tenía el marcador en contra. Sin contar que venía de un colegio en el que habían desarrollado mis habilidades analíticas y matemáticas: números, cálculos, pensamiento lógico (A y B, ergo C). Pero no las artísticas ni las comunicativas.
Era una ventaja (y lo es ahora que soy copywriter), pero en su momento era una piedra en el zapato. Mientras mis compañeros de universidad podían escribir páginas y páginas con la misma facilidad que parpadeaban, a mí me tomaba 10 horas escribir un párrafo (y no exagero).
Por eso soy tan empática con quienes sienten que escribir es una tortura o sienten que no se les da bien (estuve en su lugar).
Y, claro, mis calificaciones no eran las mejores. No me iba mal, pero iba ciertos puntos más abajo que los demás.
Y, cuando crees que lo haces mal y las pruebas demuestran que te faltan habilidades, ¿qué haces? Encontrar la solución. (¿Recuerdas? Pensamiento lógico).
Yo escribía igual para todos los profesores, pero empecé a darme cuenta de que cada profesor valoraba ciertos aspectos más que otros.
La profesora A establecía una cantidad límite de páginas, pero valoraba con una buena calificación los trabajos extensos (que sobrepasaban el límite). También me di cuenta de que le encantaban las citas (los extractos de los libros).
Entonces, si tomaba un curso con la profesora A, yo sabía qué tenía que hacer.
La profesora B era estricta con el límite de páginas. Con ella, no podías pasarte ni una palabra. Además, le gustaba que escribiéramos con precisión, que no nos fuéramos por las ramas ni escribiéramos texto de relleno.
Entonces, si tomaba un curso con la profesora B, yo sabía qué tenía que hacer (si te lo confieso, la profesora B era mi favorita).
La profesora C me hizo un grandísimo favor: habló conmigo. Me dijo que no dejara caer los finales, que parecía que yo terminaba los textos con machete, con un corte limpio que amputaba lo que hubiera sin importar qué y dejaba en vilo al lector.
Y era cierto; yo no tenía ni la más mínima idea de cómo terminar. Lo cortaba. ✂️
El aprendizaje de la profesora C lo repliqué con ella, los demás profesores y el resto de mi vida.
La profesora D me dijo que mis ideas eran elementales. Eso me enojó, me desilusionó y por poco tiro la toalla. Pero aprendí a escribir para ella: oraciones complejas, kilométricas, dando explicaciones y explicaciones, y relacionando el universo con las vacas y las gallinas.
Y así con cada profesor.
Gracias a mi falta de conocimiento de la escritura, descubrí el secreto mágico de la escritura: siempre escribes para un lector.
Dependiendo del profesor, yo escribía de una forma o de otra, y aprendí a tener una escritura elástica, flexible, que se acomoda al lector y al formato.
Al principio, juzgué mi forma de escribir como hipócrita: “Clau, escribes lo que las personas esperan de ti”.
Pero no.
Yo no perdí mis ideas ni me diluí tratando de agradar. Lo que hacía era identificar qué necesitaba mi lector de mí, qué necesitaba yo de mi lector (buenas calificaciones), y ambos, tan contentos. 😎
Si escribes sin pensar en tu lector, tienes un texto tan inútil como un móvil sin internet.
El lector es el personaje principal de tu texto
Luego, con más lecturas encima, descubrí que los escritores ponen al lector en el centro. Miguel de Cervantes lo deja clarito en el prólogo del Quijote. Te escribe: “Desocupado lector”.
Así, los personajes principales del Quijote son: el Quijote, Sancho y tú (el lector).
✓ No escribes al aire.
✓ No escribes para ver si alguien te leerá en algún momento.
✓ No escribes para una masa.
Escribes jugando con el lector, sabiendo que está ahí y que tu discurso o tu mensaje están dirigidos.
👉🏻 El mayor error al escribir es pensar que escribes una nota en una botella, como los náufragos, y la lanzas al mar para ver si alguien va a rescatarte.
No.
Tú escribes, y tu texto tiene un mecanismo propio para llegar a tu lector, como un torpedo. Diriges tu mensaje.
Esto aplica para los textos en redes sociales, la newsletter, los correos electrónicos, la página web, las cartas comerciales, los informes laborales, los chats y toda acción que implique que uses el alfabeto en un papel o una pantalla.
“Sin lector no hay texto”.
No recuerdo qué profesor me dijo esa frase, pero me llegó al corazón. Afirmó: “Esta novela solo existe cuando tú abres el libro. Si no lo abres, no existe”.
Uf, cuánta verdad.
Vemos el horroroso insecto en que se convirtió Gregorio Samsa solo cuando abrimos el libro. Solo en ese momento el horroroso insecto existe.
Resumen
Entonces, mi querido lector (no te trato de desocupado como Cervantes 😉), siempre que escribas, dirige tu mensaje. Piensa en tu lector, incluso, en aquellas ocasiones en las que desconoces quién te leerá.
Es fácil llevarlo al terreno cuando escribes un correo electrónico: “Hola, Pepito” (tu lector existe, es real y se llama Pepito).
Es más complejo cuando escribes para redes sociales, un ensayo para una revista o, incluso, un cuento.
👉🏻 La clave está en no imaginar una masa, sino una persona. Siempre, una persona.
Solo una.
Si lo haces, tus textos deslumbrarán, tendrán lectores y, sobre todo, lograrás comunicar una idea sin enredarte ni irte por las ramas.
Recomendación para escribir mejor
Grabar este video fue fácil y difícil a la vez. Fácil, porque se trata de 9 principios para escribir (el primero es: piensa en tu lector). Difícil, porque me reía sola.
Para que aprendas los principios de la escritura usé de ejemplo un libro para niños, un libro que amo.
El autor y el personaje juegan contigo como lector, por eso lo amo y lo elegí como ejemplo para que aprendas a escribir. Además, a diferencia de mi yo de primer semestre de la universidad que cortaba con machete los finales, el final de este libro es exquisito y me hace reír cada vez que leo el libro (es un chiste que no pierde su gracia).
Es un video no profesional para escritura profesional. Dale al play »
Hasta el lunes.
Chaíto,
Clau
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