En nuestra vida fuera del trabajo, sabemos cómo comportarnos: sabemos cuándo y cómo ser formales, y cuándo y cómo ser informales. Pero en el trabajo nos volvemos un ocho.
✓ Si somos informales, tememos que no nos tomen en serio.
✓ Si somos formales, tememos que nos vean como el compañero de trabajo desagradable o el jefe de corazón frío.
Hoy, en la edición #33 de Comunica, y triunfarás, tienes la solución.
Nuestro dilema en el trabajo: ¿escribo formal o escribo informal?
La semana pasada me hicieron esta pregunta (sí, porque si tienes una pregunta específica, puedes formulármela y la respondo aquí o en redes sociales).
👉🏻 “Clau, cómo saludar y despedirse en un correo electrónico sin ser informal, pero sin ser formal”.
Me encantó la pregunta. Es interesantísima: desvela lo que todos pensamos.
Hace 18 años, cuando entré en el mundo laboral, ese era mi dilema. Yo opté por formalismos, que asocié a frialdad. Pronto me di cuenta de que las personas creen que respiras témpanos de hielo. Entonces, no es bueno.
Opté por esta opción porque temía ser informal, pero me jugó en contra.
Ahora, habiendo aprendido lo que sé y mirando los 18 años que han transcurrido desde que empecé a trabajar, he descubierto el problema: juzgamos.
· Formal: Frío, seco, distante
· Informal: Irrespetuoso, de mal gusto, no apto para un entorno serio
O sea, ambas opciones son malas. No nos sentimos cómodos en ninguna. Pero teniendo que elegir, nos inclinamos por la menos peor: la formalidad. Nos encorsetamos, usamos palabras que no diríamos y empezamos los correos así: “Estimado Sr. Apellido, por medio del presente mensaje y de acuerdo con nuestra conversación me comunico con usted para dar aviso a mi solicitud de…”.
La verdad sea dicha, detestamos esa escritura: tanto escribirla como leerla. Es una imposición o un disfraz que adoptamos para sobrevivir en la selva de las corbatas, los trajes, los tacones y los títulos rimbombantes con siglas (como CEO, super-CEO, y ex-CEO).
Antes de continuar, este es el precepto clave: ni la informalidad es frialdad, ni la formalidad es irrespeto.
Puedes ser cercano y humano, y ser formal. Puedes seguir protocolos y guardar las distancias, y ser cálido.
Hace años, cuando trabajaba en oficina, el gran jefe pluma blanca me citó. En esa situación, piensas: “Ay, ¿qué habré hecho?”. Te haces un examen de conciencia, piensas los peores escenarios y asistes a la reunión con un nudo en la garganta.
En este caso, la solicitud fue simpática:
—Claudia, quiero escribir como tú.
El gran jefe pluma blanca estaba copiado en todos mis correos. No porque así lo quisiera yo, sino porque el gran jefe pluma blanca así lo pedía. Quería enterarse de todo.
¿Correo a un compañero de trabajo? Con copia al gran jefe pluma blanca.
¿Correo a un cliente? Con copia al gran jefe pluma blanca.
¿Correo a mi jefe directo? Con copia al gran jefe pluma blanca.
¿Inútil? A mis ojos, sí.
¿Mis correos?
Hola, [nombre del cliente]:
Te envío el artículo. Revísalo y cuéntame si hay modificaciones.
Feliz tarde,
Claudia María Ramírez
Conversando con el gran jefe pluma blanca, me di cuenta de que le gustaban dos puntos:
· Lo breve y formal. Saludaba (siempre) e iba al grano (sin distraerme).
· Mi fórmula de despedida. Estaba lejos del atentamente, cordialmente o el afamado “saludos cordiales”.
¿Los usé? Claro. Cuando llegué al mundo laboral, me dije: “Esto es lo que necesito para triunfar”, excepto el cordialmente y el “saludos cordiales”. Desde niña, mi abuelito me explicó que cordial venía del latín cor, cordis (corazón), y que nunca lo escribiera porque se asociaba al corazón, a las emociones. Me dio a entender que era casi como escribir besos o abrazos.
En la universidad aprendí que era cierto que viene de la palabra corazón, pero para los antiguos en el corazón tenías los pensamientos (pensabas con el corazón). Entonces, en determinadas ocasiones, corazón se refería a las emociones y los sentimientos, y, en otras, se refería a la razón (los pensamientos).
Como nunca me atreví a desmentir a mi abuelito, no escribí cordialmente, ni “saludos cordiales”, ni “cordial saludo”.
Así las cosas, solo podía escribir atentamente, y me parecía la fórmula de despedida más desabrida de todas. Pero la escribí.
Cuando estudié la maestría en Francia, descubrí que los franceses tienen una fórmula de despedida bonita en la oralidad: bonne journée. Los franceses tendrán fama de odiosos, pero su fórmula de despedida es genial. Son buenos deseos.
En español, no la tenemos. Cuando nos despedimos de alguien, solo le decimos: chao, adiós o “hasta luego”, mientras que allá hasta el panadero te desea que tengas un buen día (bonne journée).
Lo adopté tanto en mi oralidad como en mi escritura.
Por eso, cerraba (y cierro) los correos con “feliz día”, y esto era lo que le gustaba a mi gran jefe pluma blanca.
Retomando el correo, fíjate que es formal. No es frío ni retoma las fórmulas desabridas del “Estimado señor con sus abolengos, me comunico con usted para enviarle el documento de blablablá”. Pero tampoco trato al cliente como si fuera mi mejor amigo. Cercanía con lejanía o lejanía con cercanía.
Primero, saludo. Luego, digo qué tiene el correo. Después, pido qué hacer. Termino con una fórmula de despedida.
Es formal, pero lo sientes cercano porque me alejo del lenguaje acartonado. Así encontré el secreto para salir bien parada de nuestro dilema profesional: ¿formalidad o informalidad?
Cómo saludar y cómo despedirse
Sin cordialmente ni “saludos cordiales” (soy fiel discípula de mi abuelito, aunque no tenga 100 % razón). 😂
Si hay confianza o estás respondiendo un mensaje: [Nombre] + respuesta.
María, sí, es cierto. Incluye los datos de enero también.
Gracias por señalarlo,
Claudia
Si quieres un saludo informal, recurre al clásico hola.
Hola, Juan:
Estaba viendo la página web y encontré que no han cambiado el color en la página de Contacto. Haz el cambio, por favor.
Gracias,
Claudia
Si quieres un saludo más formal, tienes “buenos días”, “buenas tardes” o “buenas noches”.
Buenos días:
Estoy interesada en el plan Vacaciones Felices, pero no encontré la información sobre la disponibilidad de las fechas ni el valor. ¿Me la envías, por favor? Somos cuatro (dos adultos y dos niños) y queremos viajar en octubre.
Gracias,
Claudia
El patrón es claro: escribes como hablas; es decir, cuando hablas, sabes cómo hablar de forma cálida sin caer en el irrespeto (ser informal) y cuando hablas sabes cómo seguir un protocolo sin ser seco ni odioso (ser formal). Entonces, si lo dominas en tu oralidad, es cuestión de trasladarlo a lo escrito.
En el caso de que fuera un conjunto de personas o alumnos:
Hola:
Las inscripciones para la próxima asignatura ya están abiertas. Necesitan A, B y C. El plazo vence el viernes a mediodía (en la tarde, inhabilitan la página web).
Si tienen dudas, escríbanme.
Hasta el miércoles,
Claudia
Con las fórmulas de despedida, sucede lo mismo, con la salvedad de que tenemos más variedad.
Gustavo, fue un placer conocerlo en persona. Le envío el presupuesto en el adjunto. Evalúelo con su equipo de trabajo y comuníqueme su decisión: si lo acepta y trabajamos juntos. Recuerde que el presupuesto es válido por 10 días.
Si tiene alguna adición o modificación, escríbame para ponernos de acuerdo.
Le deseo un buen día.
Claudia
Formal, pero cercano (y sin fórmulas desabridas).
Puedes despedirte con:
▪️ Hasta luego
▪️ Fue un placer
▪️ Hasta el viernes
▪️ Gracias
▪️ Feliz día
▪️ Te deseo un buen día.
▪️ Que estés bien.
▪️ Por cierto, suerte en [evento]
▪️ Espero que mi solicitud no ponga tu agenda de cabeza.
▪️ Estaré pendiente de tu respuesta.
(Paréntesis: a los que escribí sin signo de puntuación al final los escribes con coma. Los que tienen punto con punto).
Y si te gusta la osadía o la creatividad (y estar del lado de la informalidad):
▪️ Que la fuerza te acompañe.
▪️ Estoy a un correo de distancia.
▪️ Feliz lunes… o ¿es una utopía?
Como en los saludos, el truco está en usar una fórmula de despedida que usarías en tu oralidad, con la formalidad o informalidad que la usarías. No nos despedimos igual de un amigo que de la mamá, un compañero de trabajo, un jefe o una persona que acaban de presentarnos (y de la que apenas recordamos el nombre).
Así:
✓ Dejas las fórmulas aburridas de lado.
✓ No sientes que tienes que adoptar un disfraz para escribir.
✓ Tu correo es sincero (y no una fachada para caer bien y encajar).
Y lo más importante: sabes cómo encontrar el punto medio entre la formalidad y la informalidad. Como diría mi abuelita, encuentras el punto que no quede ni tan cerca que queme al santo, ni tan lejos que no lo alumbre.
Recomendación
Esto de la formalidad y la informalidad (y cómo hay palabras que pertenecen a un círculo y no a otro) se ve en esta escena de Emilia Pérez, una película que ha dado para todo tipo de comentarios. Mientras que la Academia la honró con tropecientas mil nominaciones al Óscar (bueno, tiene un récord de 13), los latinoamericanos que la han visto afirman que es una falta de respeto y no tiene sentido.
Por mi parte, no la he visto entera, salvo análisis de YouTube, y encontré la joya de la corona en esta escena de Selena Gómez. El guionista escribió: “Hasta me duele la p1nch3 vu1v4 al acordarme de ti”.
(Lo escribo un tanto encriptado porque tal vez sean palabras prohibidas y no quiero que el correo llegue a tu bandeja de no deseados).
🎬 Selena Gómez parece nostálgica (y no excit4d4).
🎬 No tiene sentido unir dos palabras de mundos diferentes: una del lenguaje de calle, la otra del lenguaje de un libro de anatomía.
Espóiler: Con esta escena descubres que los tecnicismos no son buenos, ni en una escena erótic4 ni en tu comunicación del día a día.
Descubre el análisis lingüístico de la escena y por qué ha ofendido tanto >>
Por cierto, me levanté el sábado con ganas de cambiar colores. Como YouTube es la red social en la que tengo menos seguidores, me aventuré y los cambié. Voy a analizar la respuesta de las personas y qué tan cómoda me siento con el cambio.
Te aviso para que no te sorprenda ver el video con otros colores.
Chaíto 👋🏻,
Clau
¿Tienes una pregunta sobre comunicación escrita para brillar en tu vida laboral?
Y comparte si te gustó y quieres que tus personas favoritas aprendan a escribir bien: con claridad, precisión y sin blablablá.